martes, 12 de junio de 2007

Exposición de arte feminista

Una exposición en Bilbao recorre el arte feminista de los últimos 45 años
Link para acceder a la noticia completa en EL PAÍS: http://www.elpais.com/articulo/cultura/exposicion/Bilbao/recorre/arte/feminista/ultimos/45/anos/elpepucul/20070611elpepucul_6/Tes

Muy bueno el título: Kiss kiss Bang bang, un juego de palabras que pretende reflejar de forma gráfica la contradicción entre el estereotipo del papel sexual que adjudican las culturas occidentales a la mujer (beso-beso) con la lucha feminista (golpe-golpe) para intentar hacer de ellas ciudadanas de primer orden".

miércoles, 6 de junio de 2007

¿DEBEN LAS MUJERES ACCEDER AL EMPLEO O A PUESTOS DE RESPONSABILIDAD Y DECISIÓN POR SUS MÉRITOS O POR CUOTAS ESTABLECIDAS LEGALMENTE?

A raíz de una conversación que tuve ayer con mi amiga Sara, que ha vuelto de Francia con algunas dudas sobre el tema, (aunque creo que ayer se volvió a convencer,¿ no Sara?) se me ha ocurrido hablar de la discriminación positiva utilizando un estupendo artículo de Maribel Montaño , secretaria de Igualdad de la CEF-PSOE, que se publicó hace algún tiempo en el periódico EL PAÍS.

Maribel Montaño comienza su reflexión con la pregunta que da título a este post, aunque yo no lo diría exactamente así , porque puede parecer que una cosa es incompatible con la otra, es decir, que una mujer no puede acceder a un empleo o a un puesto de responsabilidad por sus propios méritos y gracias también a una cuota fijada por ley.(lo que yo opino que es lo que, de hecho, debe suceder)

Parece una afirmación incontestable que un puesto de trabajo o de responsabilidad deba estar ocupado por quien tenga el mérito y la capacidad suficiente para ejercerlo, con independencia del sexo. Hasta aquí estaríamos todos de acuerdo, pero lo que nos dice Maribel Montaño es:
¿Pero es así como realmente ocurre?
Porque existen muchos datos que hablan por sí solos:

- el pasado curso académico se licenciaron un 60´5% de mujeres frente a un 39% de hombres. Y en términos generales, el expediente académico de ellas es más brillante y superan en mayor número las pruebas de acceso al empleo público.

- Sin embargo, la tasa de ocupación femenina es del 42´52% frente al 65´29% masculina, de cada 10 contratos temporales, ocho son ocupados por mujeres, y el 78% de los contratos a tiempo parcial es de mujeres.

- Las empresas del Ibex 35 sólo tienen un 2´5% de mujeres en sus consejos de administración, las mujeres representan el 13´7% del total de catedráticos de la universidad y el 3% de los doctorados honoris causa.

- El 70´8% de los empresarios son hombres, frente al 29´2% de mujeres, y sólo el 6´6% de mujeres gana más que sus parejas.

- El 83% de las personas que cuidan a un dependiente son mujeres. Por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares, lo hacen 27 mujeres, que emplean además diariamente una media de cinco horas en el trabajo doméstico, frente a una hora y 37 minutos de los hombres.

A la vista de estos datos, dice la autora con sutil ironía que parece que las mujeres se dedican a sostener diariamente la práctica totalidad de las necesidades de atención que, como conjunto de la sociedad, mujeres y hombres tenemos. Y ello se enmarca en un todavía modelo social patriarcal que reparte desigualmente roles y poder.

Entonces, ¿ no acceden las mujeres a ocupar puestos de trabajo y de responsabilidad porque no tienen mérito y capacidad suficientes o porque hay otras razones que explican este diferencial de oportunidades?

Ante esta situación, soy de la opinión, como afortunadamente muchos otros tantos, de que se hace necesario una intervención de los poderes públicos para equilibrar una desigualdad que es patente, que está demostrada, aunque convenientemente silenciada.

Y nos recuerda además la autora que la Constitución Española realiza un mandato a los poderes públicos en su artículo 9.2 a promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas, y a remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud.

Por lo que el sistema de cuotas no sólo es legal, sino que es legítimo
.

viernes, 1 de junio de 2007

PROSTITUCIÓN: AFRONTAR EL DEBATE SIN HIPOCRESÍA


Eterno punto de discusión entre las concepciones feministas.
El debate pasa por inclinarse por las posturas abolicionistas o las reguladoras, o quizás por buscar soluciones intermedias.
Reconozco que yo tampoco sé donde incluirme, pero ante todo sí tengo una convicción clara: hay que afrontar un debate que se aplaza irremediablemente por intereses de todo tipo, y porque, no lo olvidemos, desgraciadamente esta lacra afecta a un colectivo marginal con escasa presión social.
La responsabilidad es de todos.
Para informarse, incluyo dos enlaces a webs con las diferentes posturas.

viernes, 25 de mayo de 2007

Origen de la letra de Aicha

La canción de Aicha es un símbolo de la lucha de los derechos de la mujer en el mundo árabe. Cuenta la historia de un hombre que, enamorado de una mujer, Aicha, le ofrece todo lo que está a su alcance para conseguir su amor. Aicha rechaza todo y sólo le dice:
Guarda tus tesoros.
Yo, quiero algo más que eso,
que barrotes, aunque sean de oro.
Quiero los mismos derechos que tú
y respeto cada día.
http://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%AFcha

Aicha

Citas feministas

Considero que mi cuerpo es un instrumento, no un adorno (Alanis Morissette)


Las mujeres suponen el único colectivo oprimido de nuestra sociedad que conviven en asociación íntima con sus propios opresores (Evelyn Cunningham)


El feminismo es la noción radical que las mujeres sean personas (Cheris Kramarae y Paula Treichler)


No hace falta ser anti-hombre para ser pro-mujer (Jane Galvin Lewis)
Os recomiendo este artículo, ! es conmovedor !

Me llamo Fernando Marías, y soy machista

FERNANDO MARÍAS

Este artículo, inspirado por el Día Internacional contra la violencia de género que se celebra hoy, podría tener dos comienzos: uno real, extraído de mis recuerdos de juventud, y otro de ficción, extraído de una famosa película.
Cada uno de ellos contiene una idea esencial para definir mi concepción del maltrato, que es, nada menos, la gran asignatura pendiente que debe superar nuestra sociedad para poder considerarse con pleno derecho igualitaria, progresista, moderna, solidaria y, en definitiva, verdaderamente democrática.
Empiezo por el principio sacado de la realidad: Bilbao, primavera de 1972 ó 1973. Tenía yo alrededor de catorce o quince años y estudiaba sexto de bachillerato en el colegio Santiago Apóstol. En aquel curso nos daba clase de matemáticas un religioso frío y hermético llamado hermano Estanislao; probablemente algunos lectores de mi generación recordarán su sotana negra, impecable como si estuviera empeñado en que el luto por sí mismo que Estanislao parecía guardar estuviese siempre perfectamente planchado, y sus rígidas maneras, que se contagiaban a su indescifrable forma de explicarnos los logaritmos neperianos. Estanislao era una roca viviente, un robot perfecto, un témpano inflexible, y jamás expresó en público el más mínimo sentimiento... hasta este día.
Era la víspera de un puente relativamente largo, y en aquellas ocasiones siempre bullía entre los alumnos una euforia que lograba imponerse sobre la sólida disciplina colegial; incluso Estanislao, asombrosamente, trató de unirse a la alegría generalizada con un vago asomo de camaradería viril en la inaudita sonrisa. Alguien, en el bullicio, alardeó de que ese fin de semana estaba citado con una chica, y de inmediato fue saludado con una algarabía de silbidos admirativos o soeces que le sonrojaron. Estanislao, entonces, quiso hacerse el gracioso, tal vez para lograr el objetivo imposible de resultarnos simpático y majo, y tras pedir silencio dijo en tono jocoso:-¿Bah, una chica...! Si a una vaca le levantas el rabo es lo mismo que una mujer.Estalló en el acto un silencio brutal. A todos se nos congeló la alegría en las venas, y la falsa sonrisa se borró de los labios de Estanislao. Me quedé estupefacto.
Este hombre, del que dependía una porción importante de nuestra educación, recurría a tan repugnantes palabras para referirse a las mujeres, que para mí eran entonces los seres más infinitamente tiernos, enigmáticos, hermosos, interesantes y deseables sobre la tierra. Volví a casa lleno de desasosiego y desconcierto, y nunca, en los treinta años siguientes, he logrado que se me borrara aquel momento vivido en el hoy desaparecido Santiago Apóstol.
Tal vez porque no he querido olvidarlo, ya que creo que resume con precisión irrefutable la inmunda educación machista que, alentada e impulsada por el franquismo, se irradiaba a la sociedad desde todos los centros de enseñanza pública y privada. Sin las mujeres nada sería como es, sin las mujeres nada sería nada, sin las mujeres el mundo sería un mar de hielo y todos estaríamos muertos antes de haber llegado a existir; y sin embargo lúgubres cuervos disfrazados de maestros bondadosos nos manipularon soterradamente para que las despreciáramos y las consideráramos inferiores, para que sintiéramos que teníamos sobre ellas derechos infundados y delirantes; para que, además de todo, las temiéramos y hasta las odiáramos. Nos educaron para ser hombres machistas. Y lograron que lo fuéramos y en muchos casos lo sigamos siendo. E incluso las educaron a ellas, víctimas principales de la conspiración, para ser mujeres machistas. Y lograron que lo fueran y en muchos casos lo sigan siendo. Hay muchos hombres machistas pero, pasmosamente, también hay algunas mujeres machistas.Esta palabra, educación, es la primera que deseo subrayar, aunque en este caso se trate de mala educación, de educación nefasta, de manipulación concebida para impedirnos crecer como personas, de educación malvada y malsana que se hallaba y se halla en la base del problema del maltrato.
En consecuencia, me parece obvio que una educación adecuada, aplicada a las nuevas generaciones para que abominen de la idea de que una persona maltrate a la persona o personas que conviven con ella, es el arma más efectiva contra el maltrato, que necesariamente antes ha sido machismo (aunque, por supuesto, ser machista no es lo mismo que ser maltratador).
Pero ¿qué hacer con los que ya no podemos ser educados desde cero? La segunda idea se halla contenida en la secuencia crucial de la gran película de Blake Edwards sobre el infierno del alcohol 'Días de vino y rosas'. En ella, el alcohólico encarnado por Jack Lemmon cruza tras mucho mentirse a sí mismo el primero de los umbrales imprescindibles para la posible curación: admitir su adicción. Lo hace públicamente, ante una audiencia de bebedores en rehabilitación, con esa frase que probablemente fue popularizada por la propia película: -Me llamo Jack, y soy alcohólico. Tras esta dramática confesión, la cámara permanece un instante sobre la desgarradora e inolvidable expresión de Lemmon -en ninguna de sus famosas comedias, dicho sea de paso, estuvo tan genial como aquí- y luego, muy despacio, funde a negro. La pausa nos indica que entramos en la segunda parte de la historia, el intento de curación que ineludiblemente ha exigido antes que el alcohólico admita su enfermedad.Ser consciente del mal que se padece: éste es el segundo concepto al que quería llegar, y probablemente el principal. Lo decían hasta los profesores de matemáticas franquistas: para resolver un problema, es preciso primero plantearlo. Y eso es lo que hago.
Soy machista, como casi todos los hombres de mi generación. Me educaron para serlo y lo consiguieron, y por ello milito radicalmente, sin misericordia, día a día, para detectar dentro de mí aquellos viejos vestigios de machismo -que todavía perviven, dispuestos a manifestarse en el momento más inesperado-, y tratar de erradicarlos. ¿Una aportación mínima y tal vez escasamente útil a la tragedia del maltrato? Puede, pero en todo caso me resulta irrenunciable.
Porque tras mucho tiempo y muchos errores cometidos -y también el afán resuelto de enmendarlos- he aprendido que aún más infinitamente tiernas, enigmáticas, hermosas, interesantes y deseables que las mujeres a secas son las mujeres libres, ésas que dichosamente proliferan cada vez más a pesar de los innumerables obstáculos; ésas que inicialmente nos asustan, pero que también podrían hacernos crecer como hombres hasta límites insospechados. Por ellas, además de por mí, pronuncio sin miedo la frase que da título a este artículo.